¿Y si el espacio deforma el metro y medio de distancia?

Sí. Otra carta. La recojo del suelo ante la puerta de mi casa. Tampoco sé quién  me la escribe. Como la anterior (“El truco de la misteriosa carta” https://bit.ly/2Kr2J3c). Y al recogerla vigilo que ningún vecino se acerque a menos de un metro y medio de distancia. Por todo eso del coronavirus.

Me noto neurótico con eso de la distancia física entre las personas. Y sueño con poder moldear el espacio a mi antojo. Estrujarlo o expandirlo. Suena de locos. ¿A que sí? Pellizcar el espacio, apretarlo… Hacer lo que quieras con él.

Mentalmente delirante. Así que me aferro a libros de ciencia, para poner cordura a mi imaginación. Tal vez por eso empecé Telecos (Ingeniería de Telecomunicación) en mis años mozos. Y descubrí entonces que la ciencia requiere de mentes sin prejuicios para avanzar. Fácil decirlo.

Rompiendo moldes mentales. Dile a alguien del siglo XVI, por poner fecha, que ahora volamos con trastos más pesados que la piedra que lanza con su mano. Sólo un loco diría tal cosa en aquel entonces. Bendito Leonardo da Vinci. Bendita ciencia.

Más ciencia: el espacio es una cosa física que se deforma y ondula, incluso se aplasta o hace olas. O se expande. ¿De locos? Pues no tanto. Lo recuerda el físico premiado Daniel Whiteson y formado en la Universidad de Berkeley.

“Cuando algo tiene masa provoca que el espacio que lo rodea se distorsione y cambie de forma”, asegura este científico, en pleno siglo XXI. También reconoce que a nuestro cerebro le cuesta todavía ir más allá de la tridimensionalidad. Es cuestión de tiempo. Y de conciencia. De ello siguen hablando los científicos.

Y eso me recuerda que unos días antes del confinamiento, mi mente fue sacudida. Sucedió en la presentación de un número de la revista Tusitala (https://tusitalaproject.com/) dedicado a la gravedad.

Y sí, la gravedad no es lo que pensamos que es. Y el espacio se curva ante la presencia de masa. Ahhh… Igual que Daniel Whiteson. Lo contó Miquel Sureda. También es físico, y doctorado en Ingeniería Aeronáutica, profesor de la Universitat Politècnica de Catalunya y miembro del equipo de investigación del Laboratori Aeronàutic i Industrial de Recerca i Estudis (L’AIRE). Vaya, que experimentan con ello.

Vale. Acepto que la ciencia ponga patas arriba nuestra percepción de la realidad. Es lo que ha pasado siempre a lo largo de la historia. Y acepto entonces que nuestra presencia distorsiona el espacio.

Ostras… Cuando me cruce en la calle con alguien, ¿será real el metro y medio de distancia? ¿Estaré distorsionando el espacio con mi mera presencia? ¿Estará la persona frente a mí más cerca de lo que creemos? ¿Lo entenderá así el virus?

No sé. Pero sí sé de la importancia de la actitud con la que se afrontan las crisis personales y colectivas. Y eso requiere atrevimiento. ¿Tal vez un atrevimiento en femenino? Sin miedos y asumiendo consecuencias. ¿O es una casualidad que gran parte de los países que mejor gestionan la crisis del coronavirus estén liderados por mujeres? Finlandia, Alemania, Islandia, Dinamarca, Taiwán, Nueva Zelanda, Noruega (https://bit.ly/35iZILS). Prevaleció el diálogo y la confianza en la autorresponsabilidad. Esto sí que es atrevido.

Como en la película “The Giver” (2014). Una distopía futurista donde la sociedad no sufre penalidades, gracias a una vacuna diaria que neutraliza las emociones. Claro, tampoco existe el aprendizaje del libre albedrío.

Todo un proceso del protagonista, cuyo desenlace está anclado en una palabra mágica. ¿Cuál? La confianza, una vez más. No en cualquier momento. Hay que afinarse. Y sí. Lo escribió una mujer. Periodista y fotógrafa. La octogenaria Lois Lowry.

Prevalecen los procesos.

Como Haru, la protagonista de una novela escrita también por una mujer, Flavia Company. Escogió vivir la vida, sin repetir la de los demás. Sumergirse y penetrar la oscuridad. Un proceso de transformación. Pura alquimia.

Como Neo en “Matrix”. Espléndido guion de los brillantes e inspirados hermanos Wachowski, puesto en escena en 1999. Ahora hermanas Wachowski. No es una “fake news”. Es su propio proceso. Atravesaron su propia oscuridad.

Y Neo, también. Cuando en lugar de huir del agente Smith o luchar contra él, simplemente lo atraviesa y explota luz. El espacio empieza a deformarse al ritmo de la respiración de Neo.

Ya no me asusta deformar el espacio a metro y medio de distancia. No compito. Coopero. Eso, transforma.

Con todas estas disquisiciones me olvidé de la carta. La recupero. La abro. La leo. “¿Qué hay más allá de la oscuridad? Algunos dicen que el caos y la noche más oscura. Yo digo: ¡El amanecer!”.

Y vuelven a llamar a la puerta de mi casa… ¿Otra carta? Creo que no. Me parece que es ella. Mi amiga del alma. ¿Ha vuelto?… Os lo cuento pronto.