21 Jun “Si te crees un iluminado, ve a visitar a la familia”
Entrevista a Ramiro Calle, unos de los pioneros del yoga en España
Me encuentro con Ramiro Calle un par de horas antes de dar una conferencia sobre el dominio de las emociones negativas. Estos días no para pero apenas refleja cansancio alguno en su rostro. No parece que el estrés de los tiempos apretados y la agenda repleta le afecte aunque 75 años no son pocos y el cuerpo no rebosa la vitalidad de un adolescente. Sigue viajando, sobre todo en India donde ya ha ido en más de cincuenta ocasiones, además de impartir diariamente sus enseñanzas a cientos de alumnos o seguidores en su centro de yoga Shadak, en Madrid, que fundó en 1971.
Por él han pasado casi medio millón de personas, donde da clases todas las tardes de meditación y posturas de yoga (hatha yoga). Explica que también dedica parte del día a seguir indagando sobre sí mismo y los misterios del universo, además de escribir. No para de escribir. Ha publicado más de 200 libros y participa regularmente en programas de radio. Podría ser considerado como uno más de los tantos expertos del alma que proliferan como setas. Él mismo advierte de esa multiplicación milagrosa de gurús, aunque él mismo se ha encontrado con alguna que otra persona que lo considera precisamente eso, un gurú del yoga.
¿Cómo desprenderse de esa imagen?
Yo digo en broma, si pretendéis insultarme llamadme gurú. A mí los gurús me producen alergia.
¿Por qué?
Estos gurús de masas son y forman parte de lo peor del supermercado espiritual.
Significa maestro
En concreto quiere decir el que quita la oscuridad de la mente. Pero por el contrario, estos gurús, aprovechando la minoría de edad emocional de muchísimas personas, abusan de ellas, les explotan, les exigen obediencia ciega. Son un mal ejemplo. Distorsionan las enseñanzas para rentabilizarlas y mercantilizarlas.
Hay gente entusiasmada
Uno puede ir a una enseñanza espiritual, iniciática o yóguica, no para crear más dependencias y más lazos dependientes afectivos, si no precisamente para quebrarlos y obtener más desapego.
Es fácil decirlo, pero la realidad…
Por eso un trabajo muy importante en la enseñanza oriental es quebrar la imagen y la autoimagen. La imagen es aquello que proyectamos sobre los demás y la autoimagen es aquello que proyectamos sobre nosotros mismos, y para avanzar, ya que la imagen y la autoimagen son máscaras del ego, para avanzar es imprescindible quebrar esa imagen y autoimagen. Implica romper las dependencias emocionales, salir de tu propia cárcel.
¿Para eso escribe tantos libros? ¿Son necesarios?
He escrito tantas obras porque también he tratado de tocar temas muy polivalentes, variados. Desde guías de Oriente a libros de cuentos, relatos, novelas, libros de pensamiento, de ensayo, autobiográficos…
Muy disperso
De alguna manera me he ido atomizando en diferentes temas que es también mi forma de buscar, indagar, descubrir, aprender. En la medida que voy escribiendo voy inspirándome muchas veces de lo que va saliendo de mi propio inconsciente.
¿También ha aprendido de su cercanía con la muerte? Hace casi diez años en un hospital de Madrid le daban apenas cuatro horas de vida por una infección cerebral
En la UCI del Hospital de la Paz estuve muchos días atado de pies y manos, ya que quería escapar como fuera. Los primeros días lo único que quería era morir. Sólo merece la pena volver a vivir para evitar un disgusto a mis seres queridos, a mis hermanos, a mi mujer Luisa. Aprendí la certeza de cuán vulnerables somos y qué poco controlamos en algunos aspectos de la vida.
¿Por qué se vive?
Es un desatino, un despropósito que ninguna de las teorías evolucionistas resuelven. La pregunta no es porqué sino para qué. Es la pieza clave, el gran interrogante. Se puede vivir este desatino con consciencia, con lucidez, con compasión o de una manera totalmente mecánica, limitada. Yo creo que la mayor tragedia del ser humano es la mecanicidad, vivir en una consciencia crepuscular semiatrofiada, lo que llamaba Buda la consciencia empañada. Yo no creo lo que dice mucha gente de la nueva era, que venimos aquí para aprender, yo eso no lo creo. Yo lo que creo que ya que estamos aquí en este viaje misterioso y a veces pavoroso que es la vida, ya que estamos aquí vamos a tratar de aprender algo.
¿Qué aprender?
Para mí el máximo aprendizaje claro es la apertura del corazón y la humildad. Es lo que yo he empezado a vivir de verdad después de este estado de muerte.
No siempre hay interés por aprender
No hay aprendizaje de vida. En la escuela no suelen enseñar. Todavía prevalece el modelo de acumulación de datos.
¿Se trata mal a los jóvenes?
Se trata mal a los profesores. Por duro que sea en realidad hemos convertido esta sociedad en un estercolero.
Es muy radical
Las instituciones en un 90% son putrescibles. Es que el panorama es muy desolador. Estamos metidos en el fango hasta el límite.
No parece un pensamiento positivo
Hay dos instrucciones muy antiguas de oriente que rezan: una, para el que sabe ver todo es doloroso; y otra, no hay nada más hiriente que la lucidez. Toda persona con lucidez ve lo que hay, ve más allá de las apariencias, las bagatelas, los oropeles que nos presenta esta sociedad. Y esta visión profunda o penetrativa indudablemente nos remueve.
¿Les pasa esto a los adolescentes?
Hay personas que encontramos o hemos encontrado herramientas para poder instrumentalizar todo eso hacia el autoconocimiento, el desarrollo, la autorrealización, hay personas que al carecer de estas herramientas y verse en este estado emocional tan agónico, lo que quieren es salir de él. Unos salen a través de las drogas, otros a través de la ludopatía, otros a través del engaño continuado de elevar el coeficiente de actividad hasta lo más paranoide, pero son modos de resolver neuróticamente la vida agónica que muchos jóvenes y también muchos ancianos viven.
Es la búsqueda de la felicidad
Sería mejor buscar la armonía, entendiéndola como el arte o ciencia de conciliar los opuestos. Si tú estás en el peso de un reloj de péndulo, tú vas y vienes con el peso del péndulo. Pero si tú asciendes por la varilla y te sitúas en el extremo superior de la varilla tú ves como va el péndulo a uno y otro lado pero tú te mantienes en lo que llamaba Buda el camino del medio.
Y nos quedamos ahí
Ni siquiera hay que apegarse al camino del medio. En mi libro “El faquir”, ¿por qué elegí yo como maestro a un equilibrista? Porque el equilibrista tiene que reequilibrar cada vez que pierde el equilibrio. Ser equilibrado no quiere decir que nunca vamos a perder el equilibrio. Quiere decir que aun en el desequilibrio vamos a tratar de estar más conscientes.
¿Usted se considera un equilibrista?
En una de mis últimas conferencias empecé diciendo: Declaro que soy un ácrata sin acrimonia que soy iconoclasta, que soy incrédulo y descreído. Porque si imitamos algo ya no somos nosotros. Somos imitadores de Jesús, imitadores de Buda, y entonces perdemos el ser nosotros mismos.
No sé si sería fácil convivir con usted
Los buscadores espirituales somos como orquídeas muy raras. Tenemos un lado muy difícil sobre todo para el trato con nuestras parejas, con nuestros familiares y con los demás. Somos raramente comprendidos y también raramente comprendemos las necesidades más básicas de los otros. De ahí hay que hacer un esfuerzo de adaptación y conciliar nuestros propios intereses con los intereses de los demás.
Querrá ser comprendido
Ahí empieza la debilidad y el problema, con esa expectativa de quiero que me comprendan. Eso es un estado ñoño de ánimo. Cuando uno supera ese estado ñoño de ánimo es que te da igual si te comprenden o no. Tú sigues tu ruta y ¿por qué encima vamos a pedir consideración, aprobación y comprensión? En principio todo buscador espiritual no debería vivir con nadie. Es un gran individualista.
¿Hay que prescindir de la familia?
No existen las relaciones ideales y perfectas. Yo digo en broma en las clases de yoga mental: Si te crees iluminado ve a visitar a la familia, porque es que es muy fácil ser un buda sin tratar con nadie. Pero el mismo Buda mantenía tales discusiones en el monasterio con los monjes que un día de repente los dejó sin decir adiós y se marchó a otro monasterio.
Mejor no convivir
No. El convivir es un ejercicio muy interesante si aprovechas incluso los roces y fricciones y las contrariedades como material de autoobservación, para observarte. Cuantas más reacciones negativas tengas mejor porque más te ayuda a conocerte, a verte tu lado neurótico, tus agujeros psíquicos, tus torturadores internos para tratar de ir poco a poco superándolos.
Tampoco se trata de permitir que le hagan cualquier cosa, ¿no?
En muchas ocasiones te crees tan importante que te crees con derecho a ofenderte por todo, porque nos mira mal el portero, porque un vecino no saluda, son males del ego que hay que ir superando. Otra cosa son las situaciones extremas de violencia, como el terrorismo.
¿Hay que actuar entonces?
Hay que intervenir, sí. Hay que evitar un daño mayor. La gran referencia la encontramos en el Bhagavad-Gita (el texto sagrado de los hindúes). En uno de sus episodios, cuando el general Arjuna se va a lanzar a la batalla tras el asedio de sus enemigos, se da cuenta del derramamiento de sangre que se va a producir y duda. Entonces se le presenta el dios Krishna, y le dice: Arjuna tú eres un general, van a masacrar a tu pueblo, a violar a las mujeres, a degollar a los niños; no te queda más remedio que defender a tu pueblo, pero no de cualquier manera.
¿Cómo?
Le da las claves, que esto es lo importante. Le dice: En ningún momento haya en tu mente ni odio ni saña ni afán de venganza ni rabia. Es decir que defienda a su pueblo de una manera funcional, cuando no queda más remedio en un caso así. Otra cosa es por ejemplo lo que para mí es impensable y atroz, que se unieran tres señores para masacrar Iraq. A ninguno de esos tres señores les estrecharía nunca la mano porque no me gusta mancharme de sangre. Eso me parece atroz. En cambio, cuando realmente se trata de autodefenderte y proteger a tu hijo o a tu madre, tienes que emplear ese adagio. Más vale morir en el campo de batalla que una vida de terror.
¿Siempre hay que reaccionar así ante la agresividad de los demás?
Todo depende de si el daño que se está causando pone realmente en peligro tu vida o simplemente pone en jaque mate tu ego. Si se trata del ego entonces al revés, hay que decir este es mi maestro de ecuanimidad de paciencia…
No es fácil
Ayuda el humor y el ingenio. Al menos en pequeñas cosas puede desbloquear situaciones. Te explico un caso real. Un alumno mío va a la discoteca y sin venir a cuento uno le dice ‘yo a ti te pego dos ostias’. Y mi amigo dice. Si tú haces eso yo te doy dos besos y dos abrazos. Se hicieron amigos. Le desbloqueó. Hay que saber manejar estas situaciones. Se producen muchas situaciones basura con las que reaccionamos con el ego. Muchas veces nos toca el narcisismo.
¿Ayuda meditar cinco minutos diarios?
Pretendemos que con cinco minutos de meditación vamos a ser equilibrados de por vida, cuando alumnos de música practican seis horas su instrumento y aseguran que no es suficiente para llegar a cierta maestría. Se quiere conseguir en un fin de semana lo que un yogui o maestro zen tarda veinte años en conseguir. En esta nueva era se dan muchos placebos y analgésicos espirituales. Todo se agua para hacerlo fácil y sin esfuerzo.
¿También en el yoga?
La enseñanza del yoga tiene que tener tres disciplinas para que merezca llamarse tal: la disciplina ética, la mental y la disciplina del desarrollo de sabiduría. Así es posible ir construyendo un centro de conciencia de lucidez, sosiego y compasión.
Y después de todo eso, ¿qué?
Buda dijo, mente clara corazón tierno. Y no enredar tanto, no tantas palabras. Desde los tiempos de Buda apenas se ha evolucionado. Hemos avanzado en la técnica, en la sanidad, pero absolutamente nada en lo que es nuestra vida psicológica y espiritual. Mientras el ser humano no cambie de raíz, qué podemos esperar de él. En cientos de años sigue habiendo atrocidades, desigualdades, sembramos el planeta de horrores y errores. ¿Nadie se pregunta qué falla? Falla lo que es evidente, el llamado hombre, que no es hombre, es un homoanimal, con el dudoso privilegio de haber adquirido un cerebro humano. El homoanimal es el estado intermedio entre el animal y el verdadero ser humano.
Hay personas muy implicadas en el cambio de la sociedad
Gracias a estas personas hay pequeñas parcelas, muy pequeñas, que van mejor. Pero simple y llanamente, como vivimos en una conciencia planetaria nihilista, mientras no salgamos a la conquista de una conciencia planetaria constructiva cooperante y amorosa no hay nada que hacer. Cuantas religiones ha habido, cuantos grandes maestros, cuantos iniciados. Todo está dicho pero nada está hecho. Al final comulgo con lo que decían los sabios más antiguos de oriente, la mente es la precursora de todos los estados, y todos los estados nacen de la mente. Si no cambiamos la mente, aquí no hay nada que hacer, seguirá habiendo buenas personas, malas personas pero no hay un cambio real. Lo he visto incluso en monasterios cristianos y en monasterios budistas, en oriente y en occidente, se pelean, les puede el ego. Si en una comunidad de vecinos no se ponen de acuerdo ni para cambiar un pomo de puerta.
Una buena noticia
Podemos poner los medios para humanizarnos. Aunque es difícil, no nos dejan. Queremos, pero todo confabula, conspira, y por eso todos los místicos han sido masacrados, porque el místico se sale del sistema por sí mismo, y es lo más grave. Lo grave no son esos revolucionarios que les vemos la cara. Lo grave es un místico como San Juan de la Cruz que puso todo patas arriba, todo. El verdadero sabio y místico son insobornables y por eso nadie los quiere, nadie. La gente prefiere hasta un canalla porque sabe que un canalla lo sobornas.
Un panorama muy triste
Esto no es para que nos deprimamos, tiene que ser para que digamos hay que ascender a ciertos niveles de conciencia que veamos con más lucidez y más compasión. La faz del mundo cambiaría si hubiera lucidez y compasión. Es un reto. Si en esta búsqueda personal todo fuera bien es que todo va mal. Si no hay dificultades búscatelas, si no te duermes.
Uno de los pioneros del yoga en España, Ramiro Calle (Fotografía: Llibert Teixido)