Semana Santa, sexo y muerte, loa a la niñez

Semana Santa en primavera, con el cuerpo exaltado y el mundo exaltado.

Guerras, más armas, personas sin derechos porque nacieron en otras tierras, batallas electorales, emprendimientos castrados por montañas de papeleos (aunque en mi recuerdo de niño podía verlo divertido en “Las doce pruebas de Astérix”, correteando arriba y abajo por las oficinas de la administración pública a por el formulario A-38; ahora piden cita previa para casi todo, u obligan a gestionarlo vía telemática, ¡incluso a los ancianos!).

Y la gente atrapada en su propia maraña de rabias, frustraciones, y heridas del alma sin cicatrizar… proyectado en los otros, sin consciencia de ello.

Ahora en Semana Santa me apetece interiorización, desconexión con este exterior convulso, respirar, moverme al ritmo de las hojas bañadas por la brisa limpiadora…

Y me llama mi amiga del alma y me pregunta: ¿tendrás sexo estos días, por Semana Santa?

Mi cara se convierte en un mapa de desconcierto. Las hojas bañadas por la brisa limpiadora se fueron al carajo. No sé qué tiene que ver una cosa con la otra. Le digo que no entiendo y me lanza otra pregunta: ¿Tú qué entiendes por tener sexo?

Mi mente viaja veloz no solo a mis propias experiencias sino también a lo que me cuentan mis amistades de confianza. A parte de los afectos, predominan los instintos básicos, la genitalidad, tanto por parte de hombres como de mujeres. Se lo digo a mi amiga del alma, tal cual.

Pues que se lean ellos y tú “Mindfulsex, el sexo que revolucionará tu vida” de la psicóloga y sexóloga Emma Ribas. Es una guía muy y muy práctica y que expone además muchos tipos de relaciones.

Pienso y reconozco que ciertamente cada vez hay más relaciones donde se empieza a valorar más no tanto la pasión ni la libertad sexual ni el compromiso a largo plazo sino la experiencia, la complicidad y la esperanza de llevar a buen puerto el nuevo proyecto. También recuerdo el artículo que ya escribí sobre el tantra, como una forma de entender el sexo sin agobios ni competiciones (https://bit.ly/435RrbS).

Me relaja estas otras maneras de mirar.

Como si mi amiga del alma leyera mi mente me responde, claro que te relaja. Te reconecta con algo interno tuyo, donde todo es posible, como un niño.

¿Como un niño?

Recuperar la niñez para sanarla.

What?

Que sí, que sí. Lee “Aprende a cuidar de tu niño interior”. El subtítulo lo dice todo: “Cómo cicatrizar las heridas de la infancia para alcanzar una vida adulta plena”, del psicólogo, terapeuta gestalt y constelador familiar Jordi Gil Martín.

Tonterías, le digo. Cuéntaselo todo esto a los niños soldado, por ejemplo. La muerte y el sinsentido danza alrededor suyo.

Aun así es posible recuperar su niñez. ¿O no lees las experiencias de Xavier Aldekoa en el Congo?

Mi amiga del alma desmonta mis argumentos. Porque recuerdo entonces algunos reportajes que me impactaron de mi admirado colega, ganador además en la 40.ª edición de los Premios Ortega y Gasset de Periodismo. No es un discurso ni una empanada mental. Aldekoa ha salvado su vida ante los niños soldado más de una vez cuando es capaz de reconectarlos con su entusiasmo, con la parte cándida de aquel niño que tiene enfrente. En su caso, en más de una ocasión con una camiseta del Barça. Ya ves.

Recuperar su inocencia de niñez. La ilusión.

Es la magia infantil. Una parte de mí que me acompaña siempre sin yo verlo.

Ya lo decía Juan Ramón Jiménez, premio Nobel de Literatura. Para muchos el poeta que une belleza y trascendencia…

“Yo no soy yo.
Soy este
que va a mi lado sin yo verlo,
que, a veces, voy a ver,
y que, a veces olvido.
El que calla, sereno, cuando hablo,
el que perdona, dulce, cuando odio,
el que pasea por donde no estoy,
el que quedará en pie cuando yo muera”.

¿Te vas?, pregunta mi amiga del alma.

Que va. Aquí tienes mi enlace directo, porque… aquí y allá “Somos nuestras relaciones” (https://www.jordijarque.es/).