¿Lesbiano? (I)

Mi compañero es lesbiano, me suelta mi amiga íntima del alma. Ya estamos; siempre provocando mi sensible estado de ánimo. Ella juega conmigo. Sabe que no podré evitar pedir que me aclare eso de lesbiano.

Fácil. Me susurra. Mi compañero es un hombre muy muy muy femenino… al que le gustan las mujeres. Por tanto… lesbiano. (Y suelta una carcajada).

Vaya secreto… reacciono. Te refieres a un heterosexual. Ni más ni menos.

A grosso modo, sí… Pero no es eso exactamente. Surge un universo de matices con muchas puertas. Responde.

Ya me ha hecho un lío. Me reconozco de naturaleza escéptica. Y de naturaleza muy curiosa. Resultado: quiero indagar y saber. Lógico.

Y pronuncio las palabras mágicas. Cuéntame. De qué matices me hablas cuando aseguras que es lesbiano.

Perfecto. Un resumen rápido. Aunque te advierto que es un juego.

¿Un juego?

Sí.

Mi alma escéptica suspira. A ver…

Mi compañero, un hombre de andares suaves y movimientos casi etéreos, se dirige a las mujeres como si fuera una de ellas.

Y añade…“Posee el raro don de ser amigo de las mujeres; tiene la habilidad de dirigirse a ellas como si fueran sus iguales y desvestirlas como si fueran sus superiores”.

¿Y por qué lo pones entre comillas?

Es la respuesta de la escritora Judith Summers cuando se le pregunta sobre Giacomo Casanova, el gran seductor del siglo XVIII. Summers también puntualiza que Casanova tenía la virtud de preguntar a las mujeres qué querían en una época en que los hombres tomaban lo que querían y bruscamente. Él se mostraba servicial, no impositivo, acogedor.

Uy uy uy… ¿Este libertino un lesbiano? Bueno, su rostro tiene numerosos elementos femeninos. La morfopsicología lo corrobora, sí. Y está dotado de sensibilidad y creatividad. Su vida tiene muchos recovecos intrigantes. ¿Y qué?

Mi compañero, el lesbiano, tiene elementos comunes.

Ya.

Bueno, no sé si es porque nació en la Torre Bellesguard de Antoni Gaudí. Es creativo, un amigo fiel de las mujeres… Y difícil no fijarse en el movimiento que dibujan sus andares.

Ya veo que es un juego, y mi amiga me ha metido a Gaudí por en medio. Cierto que su arquitectura orgánica, esencialmente curvilínea, manifiesta la feminidad potente que se destila tras los secretos del Grial.

Sí, el Grial, uno de los símbolos femeninos por excelencia. Custodiado por los cátaros. Aniquilados por un mundo masculinizado. Temen el poder femenino cuando une la sexualidad libre, terrenal, con la espiritualidad. Una clave que no siempre es bien comprendida.

Vale. Tu compañero aterrizó en este mundo envuelto de feminidad más allá del vientre materno y la potencia del sexo. En la Torre Bellesguard. Sigue.

Sigamos con el juego. Además, el primer septenio de su vida transitó en la calle Mas Casanovas de Barcelona. Apellido prácticamente idéntico al del popular seductor.

¿Y tienen algo que ver?

No. Más que por el lema de la escuela que hay en esta calle. Una escuela ubicada en un antiguo hotel de lujo del siglo XIX.

¿Qué lema?

Aquí se enseña a pensar, y no qué pensar”.

Puede ser transgresor, pero no le veo el hilo entre ser lesbiano y aprender a pensar.

Te lo cuento en pocos días. Pero recuerda que no deja de ser un juego. Mientras tanto sugiero dos libros para rasgar algunos velos:

¿Seres humanos o marionetas? ¿Y si…?”, de Joan Antoni Melé presidente de la Fundación Dinero y Conciencia.

¡Caos histórico! Mitos, engaños y falacias”, de Juanjo Sánchez Arreseigor, historiador y colaborador del think tank Instituto Español de Estudios Estratégicos.