La media naranja, ¿un mito?

Algo ha cambiado. El otro día fui a un funeral, aquí, en Barcelona, en la metrópoli de la multiculturalidad, de exposiciones vanguardistas y simpapeles supervivientes. Mis progenitores, que han superado la barrera de los ochenta años y están viejecitos, agradecían que les acompañara. Acababa de fallecer el último amigo que le quedaba a mi padre de su generación. Se conocían desde la adolescencia. Un grupito de cuatro chavales cada uno con su carácter y sus manías. Todos se casaron católicamente apenas superados los veinte años. Y preservaron con la misma pareja hasta la muerte. Reafirmando el mito de la media naranja, eso de que uno y otro se complementan pese a quien le pese y lo que pese. El que menos tuvo dos descendientes. El resto hasta cuatro. En total doce hijos de esa tribu generacional.

En el funeral coincidimos casi todos los vástagos. Compartimos y actualizamos nuestra etapa vital. Todos sin excepción hemos pasado por separaciones o divorcios, unos con hijos y otros sin.

De los doce, actualmente tres tienen pareja, sin documentos civiles ni bendiciones eclesiales. Y de estos tres sólo uno convive en el mismo domicilio. ¡De doce sólo uno bajo el mismo techo!. Y pienso… igual se ha superado el mito de la media naranja. Hablando con ellos destaca la idea que una pareja ata. Y “ya ves cómo les ha ido a nuestros padres, parece que la han sufrido más que disfrutar”. Una sospecha que se acrecienta cuando ya no resulta extraño escuchar a uno de los padres quejarse “si no hubiera estado tu padre o tu madre (lo expresan los dos cuando el otro no escucha) lo que habría hecho”….

Como veo que ahora no asusta vivir solo llego a la conclusión que sí, que se ha superado el mito de la media naranja. Pero me precipité. Hablando con la investigadora Ana María Vidal, que dirige talleres de hombres y mujeres y es autora de libros como “Diálogos vitales” (Icaria Editorial) me comenta:

“La gente dice que no cree en la media naranja porque hay muchos divorcios, se rompen muchas parejas. Pero vuelven a buscar su media naranja aunque no lo nombren así, en lugar de convertirse ellos en una naranja entera que se relaciona con otra naranja entera”. Prevalece la creencia de la unión perfecta, que significa encontrar la persona perfecta, una visión distorsionada también del tantra. Y Xavier Guix psicólogo especializado en programación neurolingüística (PNL) y autor de, entre otros libros, “¡Cuánto te quiero! (Ed. Aguilar), insiste en olvidarse de las uniones perfectas, una idea que no se corresponde con la realidad del otro porque no hay nadie perfecto.

Bien, pienso. Esto me reconcilia.

Hasta que uno se enamora y sólo ve virtudes, una especie de proyección de lo que a uno le gustaría. Ya me comentó hace años mi amigo teólogo y psicoanalista fallecido Paco Grande, que el enamoramiento no deja de ser clínicamente una psicosis transitoria, porque desdibuja la realidad del otro. Pues no veas, ahora que estamos en primavera… Probaremos a meterle mucha conciencia. No para alejarse de las personas, sino para tratar de verlas tal cual y acogerlas, con sus incoherencias, que todos las tenemos, como yo. A ver…