El volcán y el masaje tántrico

El contexto. Viernes noche. El volcán en Canarias sigue rugiendo. Y una conversación por teléfono en el trabajo también.

El volcán estalla. Y la voz hablando por teléfono también. Discusión subida de tono. Gritos. Descontrol. La naturaleza hace lo que quiere. La furia desatada también.

Lenguas de lava que arrasan. Un magma de mil grados que lo quema todo hasta el mar del Atlántico. Como la cólera encendida que llega al insulto arrasando al interlocutor del otro lado de la línea. Hasta el mar de las emociones donde viene la autoflagelación después. Situaciones catastróficas.

Antes que explotar, mejor un masaje tántrico, recomienda mi amiga del alma.

¿Qué dices? Creo que me toma el pelo, pero también sé que no. Prefiero escucharla antes que rechazarla. Y habla del polémico Jordan B. Peterson que ha provocado encendidos debates sobre los roles de género.

¿Qué relación tiene este psicólogo canadiense con el masaje tántrico?, le pregunto a mi amiga. Su respuesta: Aparentemente ninguna, pero de todos se aprende algo. Y me da un libro suyo (“Mapas de sentidos. La arquitectura de la creencia”). Un tocho de casi mil páginas. Me señala un párrafo sobre las catástrofes.

Viene a decir que la vida es difícil, “en ocasiones insoportablemente difícil, y tarde o temprano vas a tener que enfrentarte a la maldad, sea propia o ajena. Para sobrevivir sin volverte amargado ni un resentido, necesitas algo que merezca la pena. Y ese algo es la responsabilidad (…) En Harry Potter está prohibido mencionar el nombre del malo, Voldemort. Aquí es igual. Pero una vez que admites que tu vida va a tener momentos brutalmente difíciles, entonces alcanzas la trascendencia”. Algo así como tener el valor de mirar las catástrofes cara a cara, sin complejos.

Jordan B. Peterson comenta que cuanto más se ignoren los inconvenientes en una catástrofe dada, más probable será que cause destrucción. Mejor permitir sentirse uno mismo con toda la complejidad. Pero todavía sigo sin ver qué tiene que ver todo eso con el masaje tántrico.

Paciencia, exclama mi amiga del alma. Y recuerda las palabras de Carl Gustav Jung, “Un hombre que no ha pasado por el infierno de sus pasiones, nunca las ha superado”. Y el masaje tántrico puede ser una buena herramienta para transitar por el mundo de las pulsiones. Reequilibrando.

Contacto con la piel, el órgano sensorial de percepción más extenso. Contacto con la energía. Contacto con el alma, percepción más extensa todavía. Y me muestra varios testimonios de personas que han pasado por las manos de Sandra Cloostermans, una maestra del tantra afincada en Barcelona. Me llama especialmente la atención uno de ellos:

“Se habla de masaje tántrico y la mente se dispara en mil asociaciones, mil clasificaciones que Sandra diluye cual píldora roja de Matrix. No es lo que crees y no es lo que piensas. No es lo que imaginas y no es lo que fantaseas. Es otro nivel de realidad”.

Da qué pensar. Otra perspectiva. Mientras, el volcán de las pasiones empieza a moderarse. Ya no arrasa. Ya no quema. Rompe el corsé mental de algunas de mis creencias. Me siento un poco aturdido, mareado incluso. Como el prestigioso cirujano protagonista de “La devadasi”, un relato del venerable Ramiro Calle, en su proceso con la energía femenina a través de una maestra tántrica.

Es una manera de transformar los peores obstáculos en los mejores aliados. Tal vez.