El silencio como recurso y el huevo de Dalí

Decidí permanecer en silencio. Más de dos meses sin escribir en este blog. Preferí poner en práctica algo que escuché en mi adolescencia.

Más o menos era así:

Antes de hablar pregúntate si lo que vas a decir es amable sin estar teñido por la crítica, el prejuicio, la rabia o el miedo. Si lo que vas a decir es constructivo, útil o realmente necesario. Si lo que vas a decir es mejor que el silencio.

Y me callé, claro. Porque también caí en la trampa del miedo. Miedo a tocar o ser tocado. Miedo a ser contagiado y contagiar a mis padres. Miedo a dar miedo sin mascarilla. Miedo a pensar. Miedo a decir lo que pienso. Miedo a escribirlo y ser lapidado.

-Escríbelo, tonto (me lo dice en plan simpático). Tampoco es para tanto. El pensar es libre.

Sí. Es ella. Mi amiga del alma que ha vuelto. Contento de su retorno, pero me mete en unos líos…

-¿Piensas desde el miedo o desde la libertad? Es necesario el coraje– añade. Y me pone como ejemplo a Michael Levitt (Nobel de Química 2013), Didier Raoult (director del Instituto Hospitalario Universitario de Marsella, referente para las enfermedades infecciosas), Karol Sikora (exdirector del programa de la OMS para el cáncer, exdecano de la facultad de Medicina de la Universidad de Buckingham), Luc Montagnier (Nobel de Medicina 2008). Y hay más, muchos más… Y todavía más.

Vale, vale, vale… Sí, lo sé. Y resulta abrumador. Y por eso también callé. Le contesto.

Y volví a reflexionar sobre el silencio y el papel de la palabra. ¿Para qué sirve el habla? Como si ella leyera mi  pensamiento me apunta:

-Los niños aprenden a hablar porque primero han aprendido a escuchar. Es el proceso.

Lo sé, lo sé. Sí, se habla mucho y se escucha poco. Y la palabra se devalúa. Una lástima. Porque el habla también sirve para aclarar el propio pensar.

Es un matiz importante, sí. Lo recuerda la pedagoga y presidenta de la Alianza Eliant en Europa, Michaela Glöckler:

“Nos gusta tener conversaciones con nosotros mismos, nosotros nos aclaramos cosas a través del habla y nos damos cuenta cuando encontramos las palabras para algo”. Y mejor incluyendo el buen humor.

Es verdad. Me pasa cuando hablo con alguien de confianza. Se me reordenan las ideas. Me ayuda en mis pensamientos.

También hay un ejercicio que me ayuda. Sobre todo para tener un pensamiento lo más claro posible, libre.

Solo requiere cinco minutos y focalizarse en un objeto muy sencillo, por ejemplo un palillo. Y recrearse en él (de dónde viene, cómo se ha fabricado…). No es tan fácil. No somos tan dueños de nuestros pensamientos como creemos. Nos penetran ideas de nuestro entorno familiar, profesional, cultural. Son pensamientos de los otros, no nuestros. Y se confunde lo del otro con lo nuestro o lo nuestro con lo del otro, y así vamos.

Entre este ejercicio repetido al menos durante 21 días y comprender el sentido del habla, es fácil que el mundo se revele en imágenes.

También ayuda si te das un mamporro. Vale en cualquier parte. A mí me pasó en un hermoso velero de 12 metros. Hace pocas semanas. Salí a navegar con un amigo.

Dudé de mi coraje en una de las maniobras, y me caí dañándome el cuadrado lumbar. He estado viendo las estrellas durante diez días.

Y también vi el huevo de Dalí, en su casa de Port Lligat al ladito de Cadaqués. El mundo en imágenes. Sí.

Impresionante el poder del surrealismo. Se dibuja la realidad de otra manera.

Hay tantas perspectivas. He empezado a ver un poco más allá de mi ombligo y mis miedos.

Como aperitivo de esas otras perspectivas os dejo el enlace a este artículo de Sergio Heredia, un colega de La Vanguardia que realmente admiro, titulado “Un cuento de hadas” (https://bit.ly/2BitlT7). Es un cuento muy real de un indigente que dormía en un parque de Madrid, Joaquín Carmona, alias @jokin4318, uno de los mejores tuiteros en el ámbito del atletismo.

Lo podéis acompañar musicalmente con esta versión de Sweet Dreams, en el ensayo de Pomplamoose con Sarah Dugas (https://bit.ly/3fMqjp2). Me encanta.

Seguiré navegando. Aunque me caiga. Luis, vamos…!!! El huevo de Dalí nos espera. Y mucho más.