Darle la vuelta al mundo (I)

¿Darle la vuelta al mundo? Mi expresión no puede ocultar mi escepticismo. Y suelto a mi amiga íntima del alma… ¿cómo vas a darle la vuelta al mundo?

Empezando en el bar, me responde.

Mi cara se convierte en un poema mayor. ¿Me estás tomando el pelo?

A veces sí, pero ahora no.

Vale, le digo, pero le cuestiono que tomar un vermut o dos sea un camino. Puede desinhibir, sí, en algún momento dado. Y en ocasiones, más que darle la vuelta al mundo consigues que el mundo dé vueltas alrededor tuyo.

No te mires el ombligo. Y escucha a los demás en el bar y verás lo que descubrirás, me devuelve rápida mi amiga. Y no es tan fácil, añade. Y sigue. Nuestros ruidos mentales y la situación política, social y económica nos ponen en modo supervivencia. Atrapados en los miedos y la confrontación. Y así es difícil hacernos con nuestro globo.

¿Nuestro globo?

Como la historia del maestro, que circula por las redes sociales.

¿A cuál te refieres?

Un maestro trajo globos a clase, que repartió entre sus alumnos. Todos eran iguales y pidió que escribieran su nombre en el globo. Después los cogió todos, los lanzó al pasillo y les propuso que encontraran cada uno el suyo en un par de minutos. Prácticamente nadie lo consiguió. Luego cambió el ejercicio y pidió que cada uno entregara el primer globo que cogiera a quien correspondiera su nombre. En un momento todos tenían el suyo.

Ya veo.

Es un cambio de mirada, hacia el otro. Cuando los niños buscaban su propio globo difícilmente lo encontraron. Pero cuando se centraron en ayudar al otro, cada uno recibió el suyo.

Un cuento un tanto naif, ¿no? Es para los más pequeños.

Y para los mayores. Conectar con las ideas de otras personas, con sus necesidades. Escuchar a los otros… Hombre…

Sonrío. He de reconocer que también me gusta hacerme un poco el tonto. En cualquier caso, mi amiga me llena inmediatamente de datos y conclusiones de investigaciones neurocientíficas sobre el comportamiento humano, la mente, el corazón, el sistema inmunológico… Y los múltiples beneficios para nuestro cerebro y la vida al escuchar los pensamientos de otras personas.

Investigaciones como la que realizó el matemático Philip Uri Treisman, de la Universidad de Texas, sobre estudiantes de cálculo que abandonaban la universidad y los que no.

¿Sabes cuál era la clave?, me pregunta mi amiga.

¿La inteligencia? ¿La autodisciplina? ¿Circunstancias económicas o familiares? Indago.

No, no, no y no. Para sorpresa de este matemático la clave que marca diferencia entre los que abandonan y los que siguen, se llama colaboración. La importancia de la colaboración entre ellos para resolver los problemas, como recoge Jo Boaler, profesora de Educación Matemática en la Universidad de Stanford y autora de “Mente sin límites. Aprendizaje sin fronteras”. Es la clave.

Y mi amiga me entrega varios libros. Asegura que para darle la vuelta al mundo.

Les echo una ojeada en el bar. Con un vermut. Tomando el sol de primavera… cuando casi todo florece. Tal vez os lo cuento por Semana Santa, preparando la resurrección.