Cargado de miedos, a la hoguera con ellos

Cargado de miedos, sí. A veces miedo de hablar o de escribir y ser etiquetado de lo que sea si descontextualizan lo hablado o escrito. Pasa cada día entre las personas, en las redes sociales. Entre familia, amigos, colegas o gente desconocida. Miedo me da.

Y miedo a desagradar (ay… esa autoestima). Miedo a no hacer lo correcto (ufff… ese perfeccionismo que mata). Miedo a no saber amar (egocéntrico… sé generoso y ya está). Miedo a no ser amado con las sombras que se llevan dentro. Miedo a no ser el mejor en el trabajo (qué competitivo). Miedo a no conseguir lo que se quiere (caprichoso). O miedo a no saber para qué se vive (vaya con el místico).

Estos miedos… También miedo a ser considerado un transgresor sin sustancia por desear un coche potente que pueda correr mucho. (Uy…!!! Ahora la he fastidiado reconociendo ese deseo). Es el miedo a ser tachado de irresponsable y superficial. Con la de muertes que ocasiona cada semana la carretera. O peor tal vez, personas que quedan vivas pero en una situación difícil de digerir.

Y yo diciendo que me gusta la velocidad. Veis… miedo a todo eso. ¿Está bien compartir este deseo? ¿Decirlo o mejor callarse?

¿Tanto nos influye? Sí, tal como explica el psiquiatra, psicoanalista y neurólogo Jorge L. Tizón. “Influye tan poderosamente que ya hace un siglo el psicoanálisis tuvo que inventar una serie de términos para explicar esas formas de influencia”. Son la intelectualización, racionalización, proyección, disociación, identificación proyectiva… Y no me alargo para no aburrir.

El caso es que ahora, con las redes sociales por en medio se multiplica la intensidad del miedo, como recuerda Tizón en su libro El poder del miedo. Pesa el entorno social. ¿Qué hacer entonces con los miedos, sean superficiales o profundos?

Ante todo reconocer que tienes miedo. Lo explica Judith Benavent, kinesióloga que integra varias herramientas como la Gestalt o el mindfulness (https://judithbenavent.com). “Identificar los miedos, no hacer que no están. Mejor darle espacio a este miedo. Sólo con esto la intensidad del miedo ya disminuye”, constata Benavent.

Esto es importante porque en un principio el miedo se desencadena de manera inconsciente. El mecanismo se dispara antes de que nos demos cuenta conscientemente. Se activa la amígdala cerebral y con ello nuestras defensas comenta Tizón.

Así aumenta la segregación de cortisol y vasopresina. Esta última denominada también la hormona del miedo. La sensación contraria al miedo está mediada por la oxitocina, otra hormona también producida en la amígdala. Y qué casualidad, la llaman del amor y el placer.

Aparece con el orgasmo. Y al bailar, abrazar, cuando se comparte afectos con otras personas. A su vez, con la oxitocina se genera confianza, generosidad, empatía.

También ayuda ciertas posturas corporales como comparte la psicóloga social Amy Cuddy. En su charla TED https://bit.ly/2x6nBGj da algunas pistas que fomenta una mirada distinta de uno mismo. Para empoderarse.

Hablando de posturas el yoga puede ayudar a serenar la intranquilidad que produce el miedo. Acabo de publicar en la web de La Vanguardia una entrevista a Ramiro Calle, uno de los pioneros del yoga en España (https://bit.ly/2NfMhHt ), por ser hoy el día internacional del yoga.

O sencillamente practicar lo que se llama la quietud interior. Sólo requiere cinco minutos diarios, aunque no es verdad que sea tan sencillo. Precisa perseverancia y aprender a discernir lo esencial de lo secundario.

Consiste en contemplar nuestras propias experiencias y acciones sin juzgarlas, como si el protagonista de ello fuera otra persona y no nosotros mismos. Como ver en una película los propios placeres, dolores, preocupaciones y acciones de la vida corriente. Es la oportunidad de verlo todo desde una atalaya. Cambia la perspectiva y la mirada para con uno mismo. Más difícil de lo que parece pero no imposible.

Visto así el miedo se convierte en una oportunidad de autoconocimiento. El miedo transmutado en valor. Así que ahora debo estar cargado de valor. Y si no a la hoguera con ello, aunque ya se haya celebrado Sant Joan con la verbena y sus fuegos.