Aristóteles y café con azúcar (I)

¿Aristóteles fue un filósofo o un científico?, me pregunta mi amiga del alma apenas cruza el umbral de la nueva vivienda donde me acabo de mudar.

Ya le vale. Le encanta trastocarme, sacudir mi mente en lugar de preguntarme qué tal en el nuevo hogar. Aunque en esta ocasión me lo ha puesto fácil.

Y le contesto sin dudar: Científico, no. Aristóteles fue un gran filósofo.

Has respondido demasiado rápido.

Claro.

Pues no tan claro. Me imagino que sabes que Aristóteles tuvo que huir de Atenas para evitar que lo mataran por enseñar cosas extrañas, decían, a la juventud de entonces.

No lo recordaba, no.

Y dio a sus alumnos su obra para que marcharan y la salvaran.

Ostras.

El caso es que durante muchos siglos no se sabía de sus escritos científicos, hasta que fueron hallados en un sótano de un monasterio en Siria. Y se ha corroborado que su aportación filosófica se sustenta en sus investigaciones científicas.

Da que pensar. Pero no veo la importancia de esto en el día a día de la gente en general, o de mí mismo.

Vale. ¿Te has parado a observar la taza de un café apenas has echado azúcar?

Ante de decirle que está un poco locuela, ella se adelanta y me cuenta la anécdota de Herbert Hahn (autor del libro no traducido “Vom Genius Europas” -Del genio de Europa-) y su encuentro con Rudolf Steiner a principios del siglo pasado.

Espera, espera… Antes de seguir, ¿quién es Rudolf Steiner?

Para simplificarlo, un Aristóteles del siglo XX, también un científico filósofo. El caso es que Steiner pidió un café en una terraza. Echó los azucarillos y miró dentro de la taza durante mucho mucho tiempo. Cuando ya se prolongaba lo indecible Hahn le preguntó por qué lo hacía. Y Steiner le contestó: Si la gente supiera el gran proceso universal que se desarrolla cuando se disuelve el azúcar en el café…

What?

Para Hahn, Steiner no tomaba café, sino procesos universales.

No lo acabo de pillar.

Jordi, la clave de la ciencia y la vida, de tu vida, son los procesos. Nada es inamovible. Toma una semilla y obsérvala. Coge un lápiz y mira cómo está hecho. Materia bajo la influencia del gran ritmo del día y la noche. Del sol de invierno y de verano. Pero todos queremos acelerar los procesos. La semilla no brota al día siguiente. Toda evolución se efectúa a su ritmo. No al que tú quieres.

Es verdad. Lo estoy viviendo en mi propia carne. Sin respetar mis tiempos.

Falta paciencia para sumergirse en los ritmos. Aprender a pensar en un proceso de metamorfosis…

¿Un proceso de metamorfosis? ¿Pero esto es ciencia?, le pregunto a mi amiga del alma.

Claro. Es la base de una ciencia distinta a la visión estrictamente materialista. Mira sino el Instituto Louis Bolk en la aldea holandesa Driebergen (https://louisbolk.nl/en), donde se hacen investigaciones científicas basadas en el método fenomenológico-goetheano desde hace ya casi 50 años, en las áreas de la agricultura sostenible, la nutrición y la salud, aplicado en el campo, en las organizaciones, en las empresas, en las ciudades. Propuestas integradoras y prácticas, funcionan. Que en lugar de empequeñecernos los unos a los otros, son una apuesta por aprender a vernos mutuamente más grandes.

Centrarse en los procesos y no en el drama personal de uno mismo. ¿Verdad?

Esto esto. Ahí está el misterio de cómo se disuelve el azúcar en el café… La materia y sus procesos son necesarios para aprender a desarrollar la autoconciencia. Así, todo lo que te sucede empieza a cobrar sentido.

Muy fácil decirlo… pero dime algo más concreto.

El próximo día.

Pues bueno.

Para ir preparándote busca cómo llegar a la Font del Dimoni a través del paseo del Remei, en Caldes de Montbui. Y ojo, que su agua no es potable. Es del demonio.

Un galimatías. Cosas de mi amiga del alma, pero… Eso sí, tomaré un café… con azúcar.